Imaginemos que volvemos a casa después de un día agotador de trabajo, de una reunión familiar que se alarga o de una eterna jornada de compras. Con esa sensación de cansancio en el cuerpo, sólo podemos pensar en llegar a casa, ponernos cómodos y sentarnos a descansar un ratito en el sofá, pero resulta que, cuando abrimos la puerta…
¡sorpresa! ¡Vaya desastre! Nuestro amigo peludo ha destrozado la pared, la pata del sofá o ha dejado el pasillo sucio después de una larga jornada jugando con el rollo de papel higiénico.
¡Menudo fastidio!
¿Quién de nosotros no se ha encontrado con esta situación en algún momento? El cansancio no sobrepasa y nos sentimos enfadados con el comportamiento de nuestro peludo así que lo primero que hacemos es llamar a nuestro amigo y regañarlo.
¡Castigado!
Esta es una situación que nos trasladan muchos tutores cuando vienen a visitarnos. Es común encontrarnos con frases o situaciones como “Cuando llego a casa y veo que ha destrozado algo le regaño y lo encierro en el baño…” o “Estoy cansado de volver y tener que regañarlo porque siempre ha hecho alguna de las suyas”.
Y nosotros nos preguntamos: ¿Realmente el perro está entendiendo por qué se le ha regañado?
Desde que el perro realiza un destrozo hasta que nosotros llegamos a casa pueden haber pasado horas. Esto hace que nuestro peludo, que lo único que espera es a que tú entres por la puerta y lo saludes, no relacione el hecho de haber destrozado algo con tu enfado, de modo que no solo no entenderá qué sucede, sino que además se alejará de nosotros haciendo que poco a poco nuestro vínculo con él se rompa.
Y es que tenemos que tener claro que corregir un comportamiento sólo será útil si lo hacemos en el momento en el que sucede.
Sabemos desde luego lo difícil que es no ponerse nervioso ante esta situación, pero tenemos que ver las cosas desde un plano diferente, enfocándonos a evitar que estos comportamientos vuelvan a suceder.
Si el destrozo es un hecho puntual, puede que el perro se haya puesto nervioso por algo y no lo haya sabido gestionar (un ruido, un susto…) pero si destrozar cosas es algo habitual, lo más probable es que tenga un problema emocional que deberemos gestionar desde la base. Y castigándolo no solo no lo vamos a solucionar, sino que estaremos pasando ambos un mal rato que no nos servirá de mucho y que deteriorará nuestra relación. Todo esto se puede evitar siguiendo los pasos correctos y ayudando a nuestro amigo para que no suceda más.
Si es habitual encontrarnos con estas situaciones al regresar al hogar, lo más probable es que la salud emocional de nuestro amigo se esté resintiendo. Problemas de ansiedad por separación, de sensibilidad al ruido o de la tan importante gestión de su respuesta al estrés acaban desencadenando comportamientos que el perro no puede reprimir o no sabe cómo tramitar, de modo que lo mejor siempre será hablar con un profesional para que nos ayude a detectar cual es el origen de ese problema y nos dé las herramientas para corregirlo cuanto antes, enseñando al perro a gestionar esa situación que lo disgusta.
Recordemos siempre que todo lo que enseñemos a nuestros amigos para que puedan ser autónomos se refleja en su salud y a su vez nos evita malos ratos y disgustos a ambos, de modo que es conveniente poner solución a todas estas cuestiones cuanto antes para que podamos disfrutar tranquilos cuando salgamos sin tener que preocuparnos en exceso cuando se quedan solos y haciendo que ese vínculo de confianza tan importante que nos une a nuestros amigos peludos se mantenga siempre fuerte y saludable.